El pueblo se movilizaba como nunca antes. Miles de personas con pancartas y banderas se habían congregado sobre la autopista Richieri para aguardar al general.
El clima alegre y efusivo se podía percibir en todas partes. Los contingentes demostraban una gran algarabía, cantando, con la compañía de bocinas y bombos.
Hombres y mujeres se desplazaban entre grupos de amigos y familiares hacía el lugar indicado. Allí muchos aguardaban desde muy temprano sentados sobre el pasto, y otros tantos, sobre árboles pelados desde donde esperaban tener una mejor vista del palco, en donde hablaría Perón. Sin embargo, más tarde, para lograr un mayor control, miembros de la seguridad los harían bajar.
Asistirían artistas, políticos, sindicalistas, deportistas y hasta él propio presidente de la Cámpora y él ministro López Rega,
Tal era la expectativa que generaba aquel día que en la Ciudad de Buenos Aires se había decretado asueto y autorizado el transporte gratuito para todos los habitantes.
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Al promediar la mañana ya resultaba imposible tratar de ingresar a la zona central donde iba a realizarse el acto sin tener una autorización oficial
colocada en el parabrisas del vehículo.
Sin embargo, lo que los fieles peronistas proyectaban como un día festivo y único comenzó a desdibujarse con el correr de las horas. Poco después del mediodía los disturbios no tardaron en llegar. La derecha vinculada a la CGT le hizo una emboscada a las columnas de izquierda, FAR y montoneros.
A raíz de esto, un violento enfrentamiento se generó a ambos lados del palco entre los sectores combativos, quienes se disputaban con franco tiradores la cercanía de Perón.
Miles de personas corrían y otras se tiraban cuerpo a tierra tratando de escapar de la balacera, pero sin entender exactamente que era lo que estaba sucediendo.
El sonido de los tiros interminables, se empezó a mezclar con las sirenas de las ambulancias, que se encargaban de socorrer y trasladar a los numerosos heridos.
El pase estas, debido a la dimensión de los enfrentamientos era permanente, y todas coincidían en su procedencia. Una arboleda lindera al Hogar Escuela que estaba cercano al palco, donde se encontraban los francotiradores y el grupo que pretendía abatirlos.
De un momento a otro podían oírse ráfagas intensas de ametralladoras, que se calmaban y al tiempo volvían a cobrar intensidad.
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A las 19.00 hs, comenzó una desconcentración parcial, que luego alcanzó una mayor intensidad. La gente estaba desilusionada y conmovida por el horror.
Se retiraba del lugar en un desfile interminable de camiones, camionetas y a pie, al grito de ¡Perón!, ¡Perón!.
Esos incidentes, sin duda, empañaron de sangre la fiesta popular. Nunca se pudo establecer la cifra oficial de muertos que hubo, pero las estimaciones llegan a decir que entre 100 y 700 militantes de la Tendencia Revolucionaria fueron asesinados ese día.
Eran las 06:32 de la mañana Cuando Juan Domingo Perón se retiraba de la residencia en Madrid y se dirigía al aeropuerto internacional de Barajas, para emprender su regreso definitivo a Buenos Aires.
El líder partió de Barajas en el vuelo DC8 junto a 154 pasajeros más. El mismo Salió a las 20:25, hora exacta en que años atrás había muerto su esposa Eva Duarte.
En un reportaje que le hicieron al General en el avión antes de arribar a la argentina se manifestó conmovido.
“Fue casualidad más que otra cosa, pero la hemos recordado en ese momento, y en homenaje a ella hemos partido a esa hora”. También expresó la alegría que le representaba regresar a su patria.
Aquél 20 de junio de 1973 iba a marcar el regreso definitivo de Perón luego de casi 18 años de exilio.
Pero por sobre todo, aquel 20 de junio sería solo un anticipo de lo que vendría luego. Los años más violentos y oscuros de nuestro país. Con la Triple A, El Rodrigazo y finalmente el golpe del 76.
Tardes de sol 